Ardor en el estómago, náuseas, sensación de llenura, acidez o digestiones pesadas. Muchos de estos síntomas suelen atribuirse a una comida copiosa o a un día estresante. Pero detrás de estas molestias podría esconderse un enemigo silencioso: Helicobacter pylori, una bacteria que vive en el revestimiento del estómago y que, si no se trata a tiempo, puede tener consecuencias graves.
Esta bacteria, descubierta apenas en 1989, está presente en más del 50% de la población mundial, aunque en muchos casos no da señales visibles de su existencia. En países como Venezuela, su presencia es tan común que representa un serio problema de salud pública.
“La Helicobacter pylori es una de las principales causas de gastritis, úlceras gástricas y, lo más preocupante, es un factor de riesgo para el cáncer gástrico”, explica la doctora Deanny Pelayo, médico gastroenteróloga
¿Cómo se transmite y por qué es tan común?
La forma exacta de transmisión aún no se comprende del todo, pero se sabe que puede propagarse por el agua o los alimentos contaminados, así como de persona a persona. En contextos donde el acceso al agua potable y a condiciones sanitarias adecuadas es limitado, el contagio es más frecuente.
“La bacteria puede estar presente sin causar síntomas. Por eso muchas personas conviven con ella durante años sin saberlo”, advierte la doctora Pelayo.
¿Cuándo preocuparse?
Aunque no siempre se manifiesta, cuando H. pylori produce síntomas, estos pueden incluir:
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Ardor o dolor en la parte superior del abdomen.
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Náuseas o vómitos.
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Sensación de llenura tras comer poco.
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Heces oscuras o vómitos con sangre (en casos más graves).
Sin embargo, estos signos también pueden ser causados por otros factores como el estrés, el consumo de antiinflamatorios o una dieta inadecuada. “Por eso el diagnóstico debe ser preciso. No se trata solo de tomar antiácidos, sino de identificar la raíz del problema”, señala la especialista.
Diagnóstico y tratamiento
Existen métodos invasivos y no invasivos para detectar la presencia de Helicobacter pylori. El más preciso es la endoscopia digestiva con biopsia, un procedimiento que permite observar directamente el estado del estómago y tomar muestras para su análisis.
A pesar del temor que genera este tipo de estudios, hoy en día se realizan bajo sedación consciente. “El paciente no siente nada ni recuerda el procedimiento”, aclara Pelayo.
Si se confirma la infección, el tratamiento consiste en una combinación de antibióticos y protectores gástricos durante al menos 14 días. Pero hay un problema creciente: la resistencia bacteriana.
“El uso indiscriminado de antibióticos ha hecho que cada vez sea más difícil erradicar esta bacteria. Por eso es fundamental evitar la automedicación”, advierte.
El papel de la alimentación
Más allá del tratamiento farmacológico, la prevención también pasa por la mesa. Dietas altas en grasas, condimentos, frituras y alimentos procesados pueden irritar la mucosa gástrica y favorecer la aparición de síntomas.
Asimismo, saltarse comidas o someterse a ayunos prolongados puede ser tan perjudicial como una dieta rica en comida chatarra. “El estómago sigue produciendo jugos gástricos, incluso si no comemos. Si no hay alimento que los neutralice, estos jugos dañan el revestimiento del estómago”, explica la doctora.
¿Qué recomendaciones seguir?
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Mantener una dieta equilibrada, baja en grasas y condimentos.
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Evitar los ayunos prolongados o saltarse comidas.
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No automedicarse con antibióticos o antiinflamatorios.
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Consultar a un gastroenterólogo ante síntomas persistentes.
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Realizar controles periódicos si se tiene historial de gastritis o úlceras.
“Somos lo que comemos”, resume Pelayo. “Y no solo por salud digestiva. Lo que comemos influye también en nuestro corazón, nuestra piel, en todo el cuerpo”.