La obesidad, que ya se considera la epidemia del siglo XXI, es un problema multifactorial en cuya aparición intervienen distintas cuestiones, como la exposición a un entorno obesogénico, la influencia de factores psicosociales o la existencia de determinadas variantes genéticas.
Todavía son muchas las incógnitas que rodean la relación entre el perfil genético y la obesidad, aunque la investigación en este campo avanza a buen ritmo. Esta semana, un grupo de científicos del Instituto de Ciencia Metabólica de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha descubierto nuevas variantes genéticas en los genes BSN y APBA1 cuyo impacto en el riesgo de obesidad es uno de los más significativos descritos hasta la fecha, según un trabajo en Nature Genetics.
Según sus datos, concretamente las nuevas y raras variantes descritas en BSN pueden incrementar hasta seis veces el riesgo de obesidad severa y se asocian también con un aumento en las posibilidades de desarrollar hígado graso no alcohólico y diabetes tipo 2.
Aumento del riesgo en la edad adulta
Tanto las variantes halladas en este gen como las identificadas en APBA1, en ambos casos variantes de pérdida de función, se asocian con un aumento del riesgo de desarrollar obesidad en la edad adulta, no desde la niñez como ocurre con otras mutaciones anteriormente descritas.
Los científicos han podido destapar el papel de estas mutaciones al realizar estudios de secuenciación del exoma de más de 500.000 individuos. Aunque la mayoría de estudios se han hecho en personas de origen europeo, los datos se han contrastado posteriormente con información genética de individuos asiáticos y americanos.
«Este estudio ha demostrado que ciertos cambios genéticos raros tienen un gran impacto en la probabilidad de volverse obeso en la edad adulta, destacando la naturaleza compleja de cómo la genética contribuye a la obesidad», destaca José Ordovás, director del departamento de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts, Estados Unidos.
Si heredas estos cambios, «tu predisposición genética a volverte obeso es mucho mayor en comparación con tener variantes genéticas comunes que aumentan ligeramente el riesgo de obesidad», sintetiza el investigador.
Coincide con su punto de vista Dolores Corella, catedrática de la Universidad de Valencia e investigadora del Centro de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBERobn), quien señala que «estas variantes genéticas tienen un gran efecto y las personas que las presentan sí experimentan un gran incremento de peso en comparación con los que no portan estas variantes».
Nuevo mecanismo
De cualquier manera, subraya Corella, hay que tener en cuenta que «estas variantes son muy raras». Se presentan en menos del 1% de la población, «por lo que su impacto poblacional en la obesidad común es muy bajo».
Ordovás, destaca asimismo que la investigación también ha revelado que las variantes halladas en BSN magnifican la influencia de otros factores genéticos relacionados con el peso corporal. El trabajo, además, también podría haber destapado un mecanismo relacionado con la obesidad hasta ahora no conocido.
Investigaciones previas habían demostrado que variaciones en genes como MC4R aumentan el riesgo de obesidad, a través del mecanismo leptina-melanocortina, una vía que desempeña un papel clave en la regulación del apetito y el equilibrio energético del cerebro.
Diario Médico