El linfoma es un tipo de cáncer de la sangre que afecta a los linfocitos, unos tipos de glóbulos blancos esenciales para combatir las infecciones del cuerpo. Se trata de uno de los cánceres de la sangre más predominantes en países como España, con más de 500.000 personas diagnosticadas cada año según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Con más de 90 subtipos, el Linfoma B Difuso de Células Grandes (LBDCG) – un tipo de linfoma que suele darse en personas mayores y que requiere tratamiento inmediato dada su naturaleza agresiva- es una de las manifestaciones más frecuentes de linfoma y se da entre el 30% y 40% de los casos de Linfoma No-Hodking (LNH), un tipo de cáncer de sangre que se origina en los ganglios y que afecta a los glóbulos blancos.
Debido a la variedad de síntomas que presenta, su diagnóstico resulta complejo. Entre los principales síntomas están la inflamación de los ganglios del cuello, axilas o ingles; la fatiga persistente; la fiebre; la sudoración nocturna o la pérdida de peso sin causa aparente.
El Linfoma B Difuso de Células Grandes es “el linfoma más frecuente en seres humanos y, tradicionalmente, ha sido tratado con poliquimioterapia con porcentajes de curación en torno al 40%”, explica Raúl Córdoba, Jefe Asociado del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Si bien como señala el experto este porcentaje de curación se ha incrementado hasta en un 65% de los pacientes en los últimos 20 años, se hace necesario apostar por la innovación para dar respuesta a las necesidades terapéuticas no cubiertas.
Necesidades terapéuticas
A pesar de los avances científicos, existe una alta necesidad médica no cubierta para estos pacientes que solo disponen en la actualidad de tratamientos con importantes efectos secundarios, y tasas de eficacia mejorables. Y es de vital importancia curar a los pacientes en primera línea de tratamiento. El empeño de los hematólogos pasa por seguir innovando y poder ofrecer nuevas oportunidades de curación a los pacientes.
El objetivo del tratamiento siempre ha de ser curar al paciente. Aun así, este tipo de linfoma puede seguir progresando en aproximadamente 40% de los casos y, llegados a este punto, el tratamiento ha de dirigirse a controlar la enfermedad. Es decir, también resulta crucial evitar las recaídas en personas con LBDCG. Y es que, una vez el paciente recae o es refractario al primer tratamiento, su pronóstico empeora notablemente. Hasta hace unos años, el pronóstico de los pacientes cuando recaían o eran refractarios al tratamiento era “realmente malo”, recuerda el hematólogo. Solo un 10% de ellos, la mayoría pacientes jóvenes, iban a beneficiarse a largo plazo con la quimioterapia de segunda línea y trasplante, añade Córdoba.
Era la única alternativa hasta que, en la última década, se ha apostado por nuevos tipos de terapias como los linfocitos CAR-T, los anticuerpos monoclonales conjugados, o los anticuerpos monoclonales que son biespecíficos. Diferentes opciones terapéuticas innovadoras que, en el Linfoma B Difuso de Células Grandes, vienen a ofrecer nuevas alternativas de tratamientos tras una recaída. Y es importantísimo porque las recaídas suponen una gran frustración y ansiedad, merman la calidad de vida del paciente y tienen un gran impacto emocional negativo en el fracaso del tratamiento.
Por eso, para evitar estas recaídas, se pone de nuevo foco en parámetros como la Supervivencia Libre de Progresión (SLP) que, cada vez más, se usa en las áreas de Ensayos Clínicos. Porque la SLP aporta información de mucha utilidad sobre cómo funciona un determinado tratamiento y tiene un impacto directo en la cantidad y calidad de vida de los pacientes con Linfoma B Difuso de Células Grandes. Está comprobado que existe una relación directa entre la SLP y la eficacia del tratamiento del LBDCG, evitando la contaminación o influencia con la eficacia de otros tratamientos posteriores.
Raúl Córdoba explica que siempre que se analizan los resultados de un tratamiento se evalúa la eficacia y la seguridad. Es decir, se atienden a las remisiones completas, a la Supervivencia Libre de Progresión – es decir, que el paciente está vivo sin haber recaído- y a la supervivencia global que enmarca a los pacientes que, a pesar de haber recaído, pueden optar a nuevos tratamientos.
Cuando se logra frenar el progreso de la enfermedad, la vida sigue avanzando para los pacientes con Linfoma B Difuso de Células Grandes, que pueden seguir compartiendo momentos con sus amigos, viajando, disfrutando de su familia.
El futuro también debe pasar, opina el Jefe Asociado del Servicio de Hematología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, por “dar la menos quimioterapia posible y por fomentar la toma de decisiones compartidas gracias a la cual el paciente conoce las alternativas que tienen y las consecuencias de elegir una u otra”. Es decir, no se trata de darle toda la responsabilidad de un tratamiento al paciente, sino tomar la decisión conjunta entre paciente y hematólogos, empezando por su mejor tratamiento en primera línea.
Fuente: Diario Médico