La kombucha ha irrumpido en nuestras vidas como una penúltima
moda dietética. Se suma a otros alimentos fermentados con
cualidades probióticas y nombres exóticos como kimchi, kéfir o miso,
y a otros más pedestres como el yogur.
Como ocurre en la moda textil, en la dietética muy poco es
completamente nuevo. La kombucha es un té fermentado con
bacterias y levaduras que ya se consumía en China en el año 200 a.C.
En su fermentación interviene un cóctel de microorganismos
llamado scoby (symbiotic culture of bacteria and yeast), entre los que se
encuentran las bacterias Acetobacter xylinum, Acetobacter
aceti y Acetobacter pasteurianus, también otras productoras de ácido
láctico, y las levaduras Saccharomyces sp., Zygosaccharomyces
kombuchaensis, Dekkera bruxellensis y Torulopsis sp., entre otras.
Ha ido ganando popularidad desde la década de 1990 cuando su
consumo empezó a extenderse por Estados Unidos. Al calor de la
investigación cada vez más intensa sobre la microbiota humana, se ha
vinculado a la mejora en la inmunidad y a la reducción de la
inflamación, entre otras bondades, aunque sin evidencias sólidas al
respecto.
Más allá de la hidratación que pueda dispensar y del disfrute que cada
cual encuentre en sus propiedades organolépticas, ¿qué dice la
ciencia sobre los beneficios de la kombucha? No gran cosa, de
momento.
Revisión sistemática de estudios
En 2019 apareció una investigación en Annals of Epidemiology que rastreaba
los estudios clínicos en torno a la bebida. Los epidemiólogos Julie M.
Kapp y Walton Sumner, de la Universidad de Missouri, en Columbia,
dieron con un estudio publicado en 2002 que mostraba un efecto
positivo en la normalización de los niveles de glucosa de personas sin
diabetes. Era un trabajo pequeño (24 individuos de entre 45 y 55 años),
sin grupo de control.
Desde entonces, la evidencia no ha crecido mucho más. Apenas un
puñado de ensayos con la bebida están registrados, la mayoría aún se
encuentran en fase de reclutamiento. Entre los objetivos de esos
trabajos se encuentra medir si la bebida consigue alguna mejora en
el estrés emocional y la calidad del sueño de las supervivientes de un
cáncer de mama o su efecto en el estreñimiento y en
la microbiota oral e intestinal.
En diabetes tipo 2
Pero uno de esos estudios, que evaluaba el efecto de la kombucha en
personas con diabetes tipo 2, ha obtenido ya unos primeros datos
prometedores que se acaban de publicar en Frontiers in Nutrition.
El trabajo analizó a 12 pacientes con diabetes tipo 2. Se les pidió que
bebieran diariamente unos 230 ml de kombucha o bien una bebida
placebo durante cuatro semanas y, después de un periodo de dos
meses para lavar los efectos biológicos de las bebidas, la kombucha y
el placebo se intercambiaron entre los grupos con otras cuatro
semanas de consumo de las bebidas. A ninguno de los grupos se le dijo
qué bebida estaba tomando en ese momento.
La kombucha redujo los niveles medios de glucosa en sangre en
ayunas tras cuatro semanas. Pasaron de una media de 164 a 116
miligramos por decilitro, algo que no consiguió el placebo en el mismo
periodo. La Asociación Americana de Diabetes recomienda mantener
los niveles de glucosa en sangre en ayunas entre 70 y 130 miligramos
por decilitro.
Los investigadores también analizaron la composición de los
microorganismos fermentadores de la kombucha para determinar qué
compuestos podían ser los más activos. Descubrieron que
predominaban bacterias del ácido láctico y del ácido acético y la
levadura Dekkera.
Pudimos aportar pruebas preliminares de que una bebida común
podría tener un efecto sobre la diabetes. Esperamos que se lleve a
cabo un ensayo mucho más grande, utilizando las lecciones que
aprendimos en este, para dar una respuesta más definitiva a la eficacia
de la kombucha en la reducción de los niveles de glucosa en sangre, y
por lo tanto prevenir o ayudar a tratar la diabetes tipo 2", afirma el
autor principal Chagai Mendelson, de la Universidad de Georgetown,
en Washington.
Otro de los estudios en marcha, cuyos resultados podrían estar
disponibles antes de que acabe el año, se ha centrado igualmente en la
glucemia. La principal investigadora es la profesora de la Universidad
de Missouri Julie Kapp, una de las autoras de la revisión sistémica
sobre kombucha publicada en 2019. Ahora ha decido ponerse manos a
la obra para analizar en un estudio randomizado controlado con una
veintena de sujetos sin diabetes si la bebida tiene algún impacto en el
metabolismo de la glucosa.
Fuente: Diario Médico